domingo, 22 de mayo de 2016

Las carocas del Corpus


"¿Recordáis? En Granada todo ocurre en el Corpus", decía Luis Rosales en La casa encendida. Y no le faltaba razón, pues en nuestra ciudad pasan muchas cosas durante su festividad principal.

El Corpus Christi se celebra en Granada desde la llegada de los Reyes Católicos, cuando el culto a la Eucaristía cobró especial importancia como manera de asentar la cristiandad tras la Conquista. Los distintos ornatos y arquitecturas efímeras que decoraban las calles de la ciudad servían como instrumento didáctico a la vez que intentaban recobrar los lazos cristianos tras siete siglos de presencia del Islam, estableciéndose así desde un principio como la fiesta de los granadinos.

La celebración del Corpus quedó fuertemente arraigada en las costumbres de los locales desde su implantación, llegando a alcanzar su máximo esplendor durante el Barroco. Pero, como suele ocurrir, con el paso de los siglos fueron surgiendo prácticas asociadas a la celebración que poco tenían que ver con su sentido religioso. Lo comprobamos cada mes de junio en nuestras calles: tarascas, gigantes, cabezudos, diablillos... y carocas.

Y es que una de esas cosas que “ocurren" en Granada durante el Corpus son las famosas carocas. Todos nos hemos paseado alguna vez durante esos días por la Plaza Bib-Rambla y hemos reído con alguna de las quintillas expuestas. Los granadinos sabemos que las carocas que cuelgan en la plaza son un perfecto resumen (en clave satírica) de los principales acontecimientos que han tenido lugar en la ciudad en el último año.

Pero, ¿sabemos cuál es el origen de esta curiosa tradición?

Tenemos que remontarnos al siglo XVII, cuando decidió adornarse la Plaza Bib-Rambla con motivo de la festividad eucarística. En época barroca, este espacio funcionaba como Plaza Mayor de la ciudad, un auténtico escenario urbano en el que se desarrollaban todo tipo de fiestas y espectáculos públicos, a modo de teatro al aire libre. Durante los días del Corpus, la plaza se decoraba con altares, cornucopias, espejos y lienzos pintados, que se creen los antecesores directos de nuestras carocas. En su origen estos cuadros contenían retratos de personajes ilustres de la ciudad, pero con el transcurrir de los años la temática fue cambiando, y las efigies dieron paso a escenas religiosas, que eran acompañadas de octavas reales que explicaban el significado de los cuadros.

Esta asociación entre imagen y texto es posiblemente el germen de la tradición actual. El paso del tiempo daría lugar a la aparición de temas paganos e históricos, y finalmente, la sátira, que irrumpiría a mediados del siglo XIX. Durante la centuria siguiente se produciría la definitiva evolución de estas imágenes con el paso a la temática libre y a la fórmula de quintilla, estrofa compuesta por cinco versos de rima consonante.

Las actuales carocas son composiciones pícaras, a las que no les falta en ocasiones un toque de humor negro, que ilustran a modo de crónica la vida de la ciudad durante el último año. El Ayuntamiento organiza para la ocasión un concurso al que llegan a presentarse hasta 200 quintillas, de las cuales se seleccionan las 20 que se expondrán al público. De las finalistas, una es escogida como la mejor del año.

Las estrofas que hacen las delicias de los granadinos son de todo tipo. Algunas visionarias, como ésta de 1959:

"En tamañas proporciones
se está la vega achicando
con las nuevas construcciones
que acabaremos sembrando
las papas en los balcones."

Otras muy jocosas como la ganadora del concurso de 2011:

"Tras bajar Michelle Obama
del Sacromonte florido
dijo la dama:
¿Tan seco está mi marido
que aquí lo llaman mojama?"

Y tampoco faltan las más domésticas:

"Rabia mi parienta tanto
que no se calla ni un rato
y yo que soy quien la aguanto
sin Fray Leopoldo es beato
merezco que me hagan santo."


¡Feliz Corpus!

Liliana Campos Pallarés
Intérprete del Patrimonio

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