viernes, 30 de diciembre de 2016

El mito del mes: Diciembre


Llegamos al último mes del año en nuestro calendario. También es el último mes en el calendario romano que usará un número como nombre (decem, ‘diez’), atendiendo a la posición que ocupaba. En el calendario ático (griego) se conoce como Poseidon (mitad diciembre-mitad enero), por tomar su nombre del dios Poseidón.

No cabe duda de que el calendario romano festeja una de las fiestas más conocidas: las Saturnalia. Éstas tenían lugar entre el 17 y 23 de diciembre, que coincidía con el solsticio de invierno, justo después de que se hubiera recogido toda la cosecha de los campos. 

Se celebraban en honor a Saturno quien, tras ser expulsado por Júpiter, fue acogido por Jano, un dios “de la primera generación”, de acuerdo a Macrobio (Saturnales 1.7.19-23). Ambos gobernaron conjuntamente la ciudad de Janículo (en la región de lo que se conoce como Italia) y fundaron la ciudad de Saturnia (el Lacio). Debido a la época de prosperidad que tuvieron durante su gobierno, sus descendientes les dedicaron dos meses contiguos: en diciembre se celebraría la festividad de Saturno y enero recibiría el nombre de Jano (Ianarius).

 Saturno fue asimilado al dios griego Cronos, padre de Zeus, bajo el cual se vivió una Edad de Oro, donde había prosperidad y dioses y hombres convivían en armonía, por lo que los romanos hablan de la Edad de Oro de Saturno. 

Las fiestas se abrían con un gran sacrificio, seguido de un banquete al que asistía todo el mundo vestido con ropas no demasiado formales y un gorro (¿reminiscencia en las coronas de papel que vienen en los crackers navideños ingleses?). Acaba con el grito ‘Io Saturnalia’ resonando por toda la ciudad. En el día del banquete la estatua de Saturno es despojada de sus cadenas de lana, las cuales bien representaban que el fruto que había estado oculto durante un tiempo, bien porque se quisiera retener la presencia del dios. Era un tiempo de alegría (tiendas, escuelas y juzgados estaban cerrados), de exceso en cuanto a comida y bebida, y de intercambiar regalos -pequeñas muñecas de cerámica para los niños y velas a los adultos. En este contexto alegre, las normas sociales se relajaban y los siervos eran tratados igual que los señores, incluso en las casas podían ocupar el lugar de sus señores, y se elegía al “rey de las burlas” (Saturnalicius princeps), que sería el Señor de las Fiestas. 


Por su parte, en Grecia también se celebraba el solsticio de invierno a través de fiestas que tenían como centro a Deméter y Dionisio. 

La fiesta Haloa estaba dedicada a Deméter y Dionisio tras el corte de los viñedos y la degustación del nuevo vino. Era también una fiesta en la que predominaba la alegría, y en ella el protagonismo correspondía a las mujeres de cualquier condición social, ya que sólo participaban féminas. Los hombres estaban fuera del recinto. Durante este tiempo las mujeres portaban símbolos de los genitales masculinos y femeninos; comían dulces y pasteles con formas de genitales masculinos; bebían grandes cantidades de vino, y se susurraban canciones y dichos obscenos por parte de las sacerdotisas en el oído de las mujeres para incitarlas al adulterio. Todo ello (comida, bebida y canciones) tenía por objetivo favorecer la fertilidad. No en vano Deméter y Dionisio eran dioses de la fertilidad, de los campos y de los viñedos, respectivamente.

Era también la época de las Dionisias rurales, en las que procesionaba Dionisio en forma de falo (de nuevo, símbolo de fertilidad). Un ejemplo de cómo sería esa procesión se encuentra en Aristófanes, Acarnienses 197-203. Eran unas fiestas alegres y dicharacheras en las que grupos de muchachos entonaban canciones con toque chirigotero (en contenido) a todo aquel con el que se encontraban y realizaban danzas obscenas. A ellas se añadían el vino y los higos como símbolos de Dionisio. Plutarco, si bien se queja de los gritos, el jaleo y la vulgaridad en la que a veces se incurría durante estos días (Mor. 1098C), también recoge la sencillez del origen de la fiesta:

El festival patrio de las Dionisíacas se celebraba antiguamente con una procesión popular y alegre. Un ánfora de vino y un sarmiento, después alguien arrastraba al macho cabrío, otro seguía portando un cesto de higos pasos y, después de todo, el falo (Mor. 257D, traducción Rosa Mª Aguilar).
Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásica de la UCO
 
Si quieres conocer nuestros mitos y tradiciones locales,
no te pierdas la ruta nocturna Leyendas de Granada :)

miércoles, 5 de octubre de 2016

El signo del mes: Libra


Este signo zodiacal está relacionado con Astrea, la diosa catasterizada (convertida en estrella) como Virgo. Así, Libra sería el atributo de esta diosa, quien se serviría de una balanza para pesar la justicia de los hombres o el destino de éstos.

No obstante, esto no siempre fue así. En un principio se consideró que serían las pinzas (Chelae en griego) de Escorpión, pinzas que en latín se designaban como Libra. Pero ¿cómo explicar el paso de “pinzas” de un escorpión a los brazos de una “balanza”? En el comentario de Servio, autor latino, a las Geórgicas de Virgilio (1.33) parece ser que está la clave. La balanza se consideró como símbolo de la Justicia por cercanía con Virgo, ya que estaba situada bajo éste.

Los romanos consideraban que Virgo era la catasterización de Erígone, hija de Icario, el introductor de la vid y el vino en Grecia. Éste dio a beber del fruto de la nueva planta a los ciudadanos, quienes, por no tener colmo, se emborracharon. Creyendo que Icario los había envenenado, lo mataron. Cuando Erígone fue a buscar a su padre, al encontrarlo muerto, se ahorcó sobre la tumba paterna. Por la piedad hacia su padre, fue convertida en estrella por los dioses y llamada con el nombre de Justicia.

Servio reafirma esto unas pocas líneas antes de relatar brevemente el mito de Erígone cuando escribe que “libra (las pinzas del cangrejo) son la equidad, Virgo la justicia”.

Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásica
Si quieres conocer tus mitos y leyendas locales,
no te pierdas nuestra ruta nocturna Leyendas de Granada.

viernes, 30 de septiembre de 2016

Estreno ruta "Granada hermética y masónica"


¿Quieres pasear por Granada desencriptando simbología hermética que muy pocos conocen y comprenden?

Únete el sábado 8 de octubre al estreno de nuestra ruta Granada hermética y masónica, guiada por el especialista David Martín (ver Sobre nosotros).

SÁBADO 8 DE OCTUBRE
19:00 hrs.
(Duración: 2'5 hrs. aprox.)
Precio: 15 € (Oferta de lanzamiento)
IMPRESCINDIBLE RESERVA
Información y reserva: 652374417

martes, 20 de septiembre de 2016

El mito del mes: Septiembre



ROMA:

               Septiembre sería el séptimo mes del antiguo calendario romano o prejuliano, a partir de lo que toma su nombre. Durante un breve tiempo, el emperador Domiciano, que tomó el sobrenombre de Germánico por su victoria frente a los catos, le cambió el nombre por Germánico y porque, de acuerdo a Suetonio (Domiciano 13) y Marcial (Epigramas 9, 1), en este mes asumió el imperio.

            Este mes, aunque en el calendario agrícola estaba bajo la protección de Vulcano y Minerva, en realidad era más de Júpiter, ya que durante casi todo el mes (del 5 al 19) se celebran los juegos más antiguos y famosos de Roma, los “Ludi Romani”, dedicados a Júpiter Optimus Maximus. En principio conmemoraban los triunfos militares, pero posteriormente se celebraron de manera anual.

            Previo a los juegos, tenía lugar una procesión desde el Capitolio hasta el Circo Máximo pasando por el Foro. Encabezándola, iban las autoridades y los hijos de éstas (como muestra del poderío romano presente y futuro a los asistentes extranjeros), les seguían, en primer lugar, los participantes en las competiciones varias, los cuales iban desnudos a excepción de sus genitales; en segundo, los coros de danzarines divididos en grupos según la edad (hombres, adolescentes y niños) dirigidos, cada grupo, por un líder que marcaba los movimientos de las danzas. Tras estos bailarines de danza seria, iban bailarines o sátiros de danza cómica, que parodiaban las danzas serias. A continuación se encontraban los portadores de los instrumentos y materiales necesarios para el sacrificio con el que culmina la procesión. En último lugar, cerraban la procesión grupos de hombres que portaban en sus espaldas imágenes de los dioses olímpicos y de los anteriores y posteriores a ellos, tanto romanos como griegos (o como se diría en “Juego de Tronos”, “de los dioses antiguos y nuevos”). Tras la procesión, tenía lugar el sacrificio de bueyes cuyas entrañas eran rebozadas en harina de espelta y puestas en el altar para ser quemadas.

            Los juegos englobaban competiciones de aurigas y carreras en el estadio (los corredores eran los acompañantes de los conductores de los carros de la competición anterior), y competiciones a nivel individual (corredores, púgiles y luchadores).

            Plutarco (Coriolano 24.2) y Dionisio de Halicarnaso (Historia de Roma 7.68), entre otros, recogen el episodio del “bailarín ‘non grato’ a los dioses” (491 a.C.). A Latinus, un hombre de vida sencilla, se le apareció Júpiter Optimus Maximus en sueños encargándole que dijera al Senado que el danzarín que había presidido la procesión lo había hecho mal y esto le había provocado disgusto. Como ni a ésta ni a las dos siguientes apariciones Latinus obedeciera al dios, Júpiter lo castigó con la muerte del hijo y con la parálisis de su cuerpo y grandes dolores. Ante esto, fue llevado al Senado, donde relató la aparición y el mensaje. Los senadores investigaron quién era ese bailarín y descubrieron que había sido un esclavo en cuya espalda su amo había atado un madero por el pecho y los hombros hasta las muñecas, lo que le dificultaba los movimientos cuando era azotado de manera pública; esto le provocaba que, al moverse, distorsionara su cuerpo de modo poco armónico. Los senadores castigaron al amo por su crueldad y repitieron ese año los juegos desde el principio de los mismos.


GRECIA:

            En el calendario ático, Boedromion (septiembre-octubre) seguía a Metagitnion (agosto-septiembre) y en él se celebraba uno de los misterios más conocidos y a la vez desconocidos del mundo griego: los Misterios de Eleusis.
            Estos Misterios tenían una parte pública, ya que se realizaba a la vista de todos, siendo ésta la parte que nos es conocida, y otra privada, reservada a los iniciados, que no podían revelar bajo ningún concepto lo que sucedía dentro del templo (por ende, esta parte nos es desconocida, y lo único que podemos hacer es elucubrar).

Las celebraciones previas a la celebración de los Misterios comenzaban el día 13 de este mes con una procesión de jóvenes de Eleusis al Eleusinion en Atenas, en la que portaban los “hiera” ocultos en cestas. El primer día de los Misterios (“agyrmós”) se anunciaba de manera oficial por el hierofante la participación en ellos para todos los que quisieran ser iniciados, a excepción de aquellos que no entendían griego o los de alma/mente impura. El segundo día (“élasis”) los “mystai” o los iniciados marchaban al Falero a purificarse mientras gritaban “Al mar, mystai (Thalade, mystai)” y, una vez en el mar, se purificaban a sí mismos con el lavamiento de un lechón en las aguas. El quinto día se celebraban los Misterios dentro del Eleusinion. Comenzaba con una procesión encabezada por la estatua de Yaco, seguida por el carro que portaba los “hiera” y a continuación los sacerdotes, los iniciados y los ciudadanos. Una vez que se llegaba a Eleusis, los iniciados entraban en el Telesterion o sala de iniciación y tenían lugar los Misterios. 

En el “Himno homérico a Deméter” se relata que los Misterios fueron instituidos por la misma Deméter mientras descansó en Eleusis de su periplo en busca de su hija como invitada del rey Céleo. Durante la estancia en el palacio de Céleo, Deméter, en apariencia una anciana, intentó mantener por siempre joven y hacer inmortal al hijo del rey. Para ello lo ungía de ambrosía y lo sumergía todas las noches en fuego, hasta que fue descubierto por su madre. Deméter, abandonando la apariencia de anciana y tomando la de diosa, se enfureció y para ser aplacada fundó los Misterios:


"Pero ¡ea!, que todo el pueblo me erija un gran templo y un altar dentro de él, al pie de la ciudadela y del elevado muro, por cima de Calícoro, sobre una eminencia de la colina. Los ritos, los fundaré yo misma, para que en lo sucesivo, celebrándolos piadosamente, aplaquéis mi ánimo" (traducción de Alberto Bernabé).


Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásica de la UCO

 
Síguenos en Facebook :)

domingo, 11 de septiembre de 2016

El fantasma de la Casa del Castril


Hace algunos años trabajé varias semanas en el Museo Arqueológico de Granada con motivo de las actividades para niños que se organizaban durante las vacaciones escolares de Navidad. En la introducción que les hacíamos, les comentábamos que el palacio estaba supuestamente encantado y que algunos trabajadores del lugar aseguraban haber visto al fantasma de Elvira de Zafra, que allí habría vivido siglos atrás. Y los niños, entre asustados y emocionados, con los ojos saliéndose de sus órbitas, se pasaban toda la visita preguntando... "¿Cuándo vamos a ver al fantasma...?"

Pero no solamente los más jóvenes se sienten atraídos por los misterios de la Casa del Castril. Los adultos resultan igualmente fascinados por el relato que tradicionalmente ha explicado la presencia del espectro de Elvira. Una historia de maldiciones, amor, celos, ira y, claro está, muerte. Incluso culmina con un féretro arrastrado por las aguas del Darro debido a esa maldición, de forma que el difunto nunca podría descansar en paz.

Si quieres conocer esta leyenda, así como otras historias mágicas de tu ciudad, no te pierdas nuestra ruta nocturna Leyendas de Granada (organizada por Érase una vez Granada).

Puedes seguirnos en Facebook haciendo click aquí y estar al día sobre nuestras actividades :) 

Teo Fernández Vélez
Érase una vez Granada

domingo, 21 de agosto de 2016

El mito del mes: Agosto



El mes de Agosto pertenece al grupo de meses que, según la tradición, en el calendario establecido por Rómulo, fundador y primer rey de Roma, recibieron un nombre relacionado con un número. Así, Agosto se llamaba Sextilis, es decir, “el sexto”. El año entonces comenzaba en Marzo y hasta Junio tenía un nombre relacionado con una divinidad. A partir de Julio y hasta Diciembre tenía (y conserva en parte) un nombre asociado a su orden en el calendario. Para compensar ciertos desbarajustes temporales, se añadieron meses, llegando a ser doce como en nuestros días.

Sin embargo, tanto Julio como Agosto cambiaron sus nombres por otros más ilustres, en honor a dos figuras decisivas e importantes en la historia de la República Romana. Irónicamente, estas figuras estaban emparentadas entre ellas, ya que Julio César (mes de Julio) fue el padre adoptivo de Octavio Augusto (mes de Agosto).

Agosto recibe su nombre de Octavio, hijo adoptivo de Julio César. Y no tanto porque este llegó a ser emperador, sino por su entrada triunfal en Alejandría en 30 a.C. (más exactamente, el 29 de agosto de 724 [año romano]) tras su victoria sobre Cleopatra y Marco Antonio en Accio en 31 a.C. (el 2 de septiembre de 725). Así, por estatuto público, le fue añadido el sobrenombre de Augusto y de ahí este mes toma su denominación.

En el calendario romano se celebraba la festividad dedicada a Vulcano (Vulcanales o Vulcanalia). Ésta tenía lugar a finales de agosto, el 23, y la finalidad era propiciar al dios del fuego para que no hubiera incendios y así proteger las cosechas. En esta festividad se celebraban unos juegos en el circo Flaminio, donde el dios tenía un templo. En éstos se realizaba un sacrificio de peces que la gente que asistía a ellos los echaba al fuego. Parece ser que el día de esta festividad se comenzaba a trabajar a la luz de las lámparas, como buen presagio, por aquello de que Vulcano era el dios del fuego. Así lo recoge Plinio el Joven cuando está describiendo los hábitos de su tío:

A partir de las fiestas de Vulcano empezaba a trabajar a la luz de las lámparas a media noche, no para conseguir un comienzo del día favorable, sino para tener más tiempo de estudio (Espístolas 3.5, traducción Julián González Fernández)

Pero es, sin duda, en el calendario griego donde está la festividad más conocida y más celebrada a lo largo de la historia: los Juegos Olímpicos. Hay quien los remonta a los juegos funerarios celebrados en honor de Patroclo (Homero, Ilíada 23), otros que fue el mismo Zeus tras la victoria sobre los titanes como símbolo de la victoria de la cultura sobre la fuerza bruta, pero parece más consensuado que fueron fundados por Heracles en honor a su padre Zeus. Estos se celebraban cada 4 años (algo que se sigue manteniendo en la actualidad).

Uno de los trabajos que Heracles realizó fue limpiar los establos de Augias, quien le prometió una décima parte de su ganado si lo hacía en un solo día. Heracles logró limpiarlos en el tiempo convenido al desviar el curso del río Alfeo. Sin embargo, Augias no cumplió su parte del trato alegando que quien tenía que pagarle era Euristeo, quien le había ordenado el trabajo. Heracles reclamó a Euristeo, pero éste tampoco le pagó excusando que era su trabajo (Heracles estaba sirviendo como castigo a las órdenes de Euristeo). Así pues, Heracles deja por el momento su venganza contra Augias.

Es tiempo después cuando Heracles toma la ciudad de Elis y vence a Augias y a sus hijos. En su camino de regreso, delimita un recinto sagrado, el “Altis”, e instaura unos Juegos Olímpicos en honor a Zeus Patrio. La Olímpica 10 de Píndaro narra todos los detalles previos a la fundación de los Juegos (la lucha contra Augias y sus hijos, la delimitación del recinto sagrado, la dedicación de los altares…). Sin embargo, es Diodoro Sículo quien nos ofrece cuál sería el primer premio de esos Juegos:

Y decidió que el premio de esta competición sería sólo una corona, porque él mismo había actuado como benefactor del género humano sin recibir ningún salario (Diodoro Sículo, Biblioteca histórica 4.14, traducción de Juan José Torres Esbarranch).
Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásica de la UCO

lunes, 1 de agosto de 2016

El signo del mes: Leo


Poco lugar a la imaginación deja este signo zodiacal: leo es la palabra latina para “león” y el león más conocido de la mitología griega es el de Nemea, matado por Heracles (Hércules).

Heracles, para purificarse por haber matado a sus hijos y a sus sobrinos en un ataque de locura enviado por Hera, debe realizar doce trabajos. El primero es la muerte del león de Nemea, animal que tenía atemorizados a los habitantes de allí.

La facilidad del trabajo es solo aparente, pues el león tenía una piel tan gruesa que lo hacía invulnerable al ataque de cualquier tipo de armas (lanzas, flechas…). Para poder vencerlo después de múltiples ataques fallidos, Heracles lo asfixia con sus brazos y, aconsejado por Atenea, corta la piel del león con las garras de éste.
A diferencia de otros signos, el león de Nemea no fue convertido en estrella por la ayuda prestada sino que, según Eratóstenes (Catasterismos, 12), “recibió honores de Zeus por ser el rey de los cuadrúpedos” o como conmemoración de esta primera hazaña de Heracles.
Como es usual, Eratóstenes nos describe la posición de las estrellas Leo así:

“Tiene tres estrellas en la cabeza, una en el pecho, dos bajo el pecho, una brillante en la pata derecha, una en medio del vientre, una bajo el vientre, una en la cadera, una en la rodilla trasera, una brillante en el extremo de la pata, dos en el cuello, tres en el lomo, una en medio de la cola, una brillante en su punta, <una en el vientre>. Diecinueve en total. Se ven también siete sin brillo encima de él, en triángulo y a la altura de la cola, llamadas Cabellera de Berenice Evergétide” (traducción de Manuel Sanz Morales).
Dámaris Romero 
Profesora de Filología Clásica de la UCO

domingo, 17 de julio de 2016

El mito del mes: Julio



Con Julio comienza la serie de meses que reciben su nombre de acuerdo a la posición que ocupan en el calendario romano. Este mes era el quinto, por lo que al principio se le nombró como Quintilis. Fue Marco Antonio, un cónsul del siglo I a.C., quien le cambió el nombre en honor de Julio César, que en ese momento poseía el título de dictator perpetuo, puesto que éste había nacido en este mes.

Una de las fiestas que se celebran durante este mes es la Neptunalia, el 23 de julio, en honor de Neptuno, dios de las aguas. En esta fiesta tiene lugar el sacrificio de un cabrito, para que las fuentes mantuviesen el agua durante “la estación atroz de la canícula encendida” (Horacio, Oda 3.13). También en honor de Neptuno se plantaban árboles durante estas fiestas. Por desgracia, poco más nos dicen los autores de esta fiesta.

Es en el calendario griego donde en este mes, el Hecatombeon, se celebraba una de las fiestas más importantes en honor a Atenea: las Panateneas, que conmemoraba la victoria de la diosa sobre los Gigantes que se sublevaron contra el reinado de Zeus, su padre.

Las fiestas comenzaban con una procesión que recorría los lugares más importantes de la ciudad: el Cerámico, el Ágora hasta subir a la Acrópolis por los Propileos y rodearla, de modo que la procesión terminara en lado este del templo, frente al altar de la diosa. Probablemente sean los mismos frisos del Partenón la mejor fuente que en la actualidad haya para ilustrar quiénes participaban (ciudadanos jóvenes y adultos e hijas de ciudadanos, metecos y sus hijos, incluso extranjeros aliados) y qué llevaban en esta procesión (cestas con ofrendas para la diosa y jarras de agua, animales para el sacrificio). El objetivo era revestir a la estatua de la diosa con su nuevo peplo, tejido por las muchachas escogidas de entre las familias más importantes. En el peplo estaban bordadas las luchas de Atenea contra los Gigantes.

           Tras la procesión y el revestimento de la estatua, se procedía al sacrificio de los animales y la repartición de su carne en el Cerámico entre los miembros de los demos en proporción a los miembros que habían enviado a la procesión.

            El espíritu alegre y festivo que habría puede ayudarnos a imaginarlo este fragmento de Baquílides (frag. 4), en ocasión de otra fiesta: 

          "Sobre artísticos altares en honor de los dioses se quemen con rubia llama muslos de bueyes y de ovejas de buena lana, y que los jóvenes se ocupen de los ejercicios atléticos, de las flautas y de los cortejos (….) De amables banquetes se colman las calles, e himnos en honor de niños se alzan como llamas" (Traducción de Fernando García Romero)

Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásica

jueves, 7 de julio de 2016

El signo del mes: cáncer

Para hablar de la catasterización (transformación en estrella) de Cáncer es necesaria la presencia de un héroe, Heracles, y un monstruo, la hidra de Lerna.

Uno de los doce trabajos de Heracles consistía en matar a la hidra de Lerna, monstruo criado por Hera, esposa de Zeus, para matar al héroe, al que odiaba por ser éste hijo de una de las amadas por el dios. Suele ser representada como una serpiente de varias cabezas –oscilan según los autores entre seis y cien-, de las cuales una es inmortal. El resto de ellas eran mortales y su número se doblaba cuando eran cortadas. Para vencerla, Heracles necesitó la ayuda de su sobrino Iolao, quien quemaba el “cuello” de cada cabeza cortada –para que ésta no se reprodujese- con tizones de árboles quemados de un bosque cercano previamente incendiado. La cabeza inmortal fue cortada y enterrada, y sobre ella el héroe griego colocó una gran piedra.

Hera envió una ayuda extra a la hidra en forma de cangrejo, crustáceo que vivía en el pantano de Lerna. Éste picó a Heracles en el talón y el héroe, enfurecido, lo aplastó.

Cárcino –o el cangrejo- fue catasterizado por Hera por la ayuda prestada en la lucha y por su sacrificio.

Sin embargo, la constelación de Cáncer queda incompleta si no se recoge la historia de los Burros. Varios son los mitos que se relatan sobre ellos.

Uno de ellos (Higinio, Astronómica 2.23) remite de nuevo a Heracles, cuando Hera lo volvió loco. El héroe se dirigía al oráculo de Hera en Dodona para preguntar a la diosa cómo recobraría su perdida salud mental, cuando un pantano le impidió seguir su camino. De repente, dos burros se le aparecieron y uno de ellos le sirvió como medio para cruzar el pantano sin que sus pies tocaran el agua. Finalmente, llegó al templo de Hera y por ello, los burros fueron colocados entre las estrellas.

La segunda versión la trasmite Eratóstenes (Catasterismos, 11) de la siguiente manera: “Se dice que, cuando los dioses salieron en campaña contra los Gigantes, Dioniso, Hefesto y los Sátiros marchaban a lomos de burros. Cuando los Gigantes no habían sido vistos aún por ellos, aunque ya se hallaban cerca, los burros rebuznaron y los Gigantes, al oír el ruido, se dieron a la fuga. Por ello se les concedió el honor de figurar en el Cangrejo, hacia la parte de poniente”.

Eratóstenes, de nuevo, nos describe la posición de las estrellas en el Cangrejo así:
“El Cangrejo tiene, sobre su caparazón, dos estrellas brillantes: éstos son los Burros; la nebulosa que se ve allí es el Pesebre: parece que se hallan de pie a su lado. En cada pata del lado derecho tiene una estrella de brillo escaso; en las de la izquierda, en la primera hay dos de brillo escaso, en la siguiente <dos> y en la tercera <una>. De igual manera, en el extremo de la cuarta hay <una>, en su boca <una> y, en la piza derecha, tres; en la pinza izquierda tiene <dos> similares, <no> grandes: en total, dieciocho” (traducción de José B. Torres Guerra).

Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásica

sábado, 11 de junio de 2016

Historias del Romanticismo (I): El soldado encantado


Cuenta la leyenda que pulula por las calles de Granada un soldado cristiano encantado, presa de un hechizo que arrojó sobre él un alfaquí que lo hizo prisionero... 

Pero en realidad, esta historia empieza en Salamanca allá por el siglo XVIII. Vicente, un joven y alegre estudiante que vivía en la ciudad castellana, y se pagaba los estudios cantando y tocando la guitarra en la tuna universitaria, decidió viajar a Granada un verano, con la intención de conocer nuevas gentes y divertirse en un lugar diferente. Un día antes de partir hacia el sur, pasó junto a una cruz de piedra delante del seminario de San Cipriano, y quiso dedicarle una plegaria al santo para que lo protegiera durante el viaje. Al pie de la cruz, vio un objeto que relucía y, curioso, lo recogió del suelo: resultó ser un anillo con el emblema del rey Salomón; considerándolo un obsequio del santo, lo recogió y se lo puso en el dedo.

Vicente llegó a la ciudad andaluza en las vísperas del verano. Una calurosa tarde, cuando se encontraba cantando junto a una fuente, vio pasar a una joven de gran belleza que iba acompañada de un sacerdote. Tratando de captar su atención, le cantó e intentó entablar conversación con la chica, recibiendo como respuesta tan sólo tímidas y fugaces miradas. Más tarde supo que el religioso, conocido por su afición a la comida, era uno de los clérigos más influyentes de la ciudad, y que la chica que caminaba junto a él era su sobrina, con la que vivía.

Durante los días siguientes, Vicente se dedicó a merodear por el domicilio de la pareja, con la esperanza de volver a ver a la joven, de la que se había enamorado. Poco a poco, el tuno logró ganarse la confianza del sacerdote, y de vez en cuando charlaban amistosamente durante un rato.

Así discurrió el mes de junio. Llegó la noche de San Juan, y Vicente salió a disfrutar del crepitar de las hogueras y el jolgorio popular. Al pasar junto al río Darro, se topó con un hombre de extrañas vestimentas que se le quedó mirando fijamente; nadie parecía reparar en la presencia del misterioso personaje salvo él.

Con cierto temor, se acercó al individuo y, tímidamente, le preguntó si podía hacer algo por él. La respuesta que recibió lo dejó completamente perplejo: se presentó como un soldado de la guardia de los Reyes Católicos, que, en una incursión musulmana tras la toma de Granada, cayó prisionero de un alfaquí, que le condenó a custodiar hasta su regreso el tesoro que Boabdil había escondido antes de irse de la ciudad. Pero su captor nunca regresó, y el soldado quedó atrapado en la torre en la que se guardaban los valiosos bienes. El encantamiento que había caído sobre él tan sólo le permitía salir de su cárcel una vez cada cien años, en el día de la víspera del día de San Juan, para continuar su guardia en el puente del río Darro durante tres días. Durante esas 72 horas, el soldado tendría la oportunidad de encontrar a alguien que pudiera deshacer el hechizo. Vicente había sido la primera persona con la que había logrado hablar, tras los dos intentos anteriores fallidos.

El militar pidió entonces al muchacho que lo acompañara hasta el sitio donde custodiaba el tesoro, y le señaló el cofre que guardaba las riquezas, prometiéndole compartir con él la mitad si le ayudaba con su cometido. Necesitarían a un hombre verdaderamente santo que, tras haber ayunado durante 24 horas, fuera capaz de romper el encantamiento; éste debía de ir acompañado de una doncella que tocara el cofre con el sello de Salomón para poder abrirlo.

Vicente se acordó de la particular pareja que había conocido semanas atrás. Inmediatamente, corrió al domicilio del sacerdote y le contó la historia; sorprendentemente, éste dio crédito a sus palabras y, atraído por los exóticos tesoros que le estarían esperando, accedió al desencantamiento, pese a que la idea de pasar todo un día sin probar los manjares que su sobrina le preparaba no le resultaba agradable.

A la noche siguiente, los tres acudieron al lugar donde se encontraba el soldado. El cura, bastante debilitado por la falta de comida, practicó el exorcismo. Llegó después el turno de la muchacha, que con el sello que le había entregado Vicente abrió el cofre, dejando al descubierto infinidad de joyas y objetos preciosos. El tuno y el sacerdote, extasiados ante la visión, comenzaron a llenarse los bolsillos, pero el soldado los interrumpió y les pidió que continuaran vaciando el cofre fuera de la torre.

Todos salieron del lugar excepto el clérigo, que sin poder controlar el ansia, empezó a devorar allí mismo los alimentos que le había preparado su sobrina, y que había llevado consigo para saciar su apetito apenas tuviera oportunidad. 

Más le hubiera valido esperar un poco más... al dar rienda suelta a sus impulsos dentro del lugar encantado, el cofre se volvió a cerrar herméticamente y regresó a su lugar original; acto seguido, el escondite se desvaneció junto con el soldado sin dejar rastro. El cura, la joven y el tuno se vieron de repente fuera de la torre, sin entender muy bien lo que acababa de ocurrir. 

No obstante, no puede decirse que a Vicente no le acompañara la suerte, pues se cuenta en Granada que las monedas que había conseguido guardar en sus bolsillos le bastaron para vivir cómodamente el resto de su vida, y que acabó casándose con la doncella.

También hay quienes aseguran que han visto al soldado encantado haciendo guardia alrededor de una de las torres de la fortaleza de la Alhambra, siendo sólo visible para los portadores de un sello de Salomón...

Liliana Campos Pallarés

domingo, 29 de mayo de 2016

El signo del mes: Géminis

Conocida también como Gemelos, tras esta constelación se esconde, probablemente, la historia más emotiva entre dos hermanos míticos, Cástor y Pólux, los llamados Dioscuros.

Leda estaba casada con Tindáreo de Esparta, pero su belleza encandiló a Zeus. Para unirse a ella, se transformó en cisne y, en esa forma, tuvo relaciones con Leda, quien, esa misma noche, también las tuvo con su marido. El fruto de esas uniones fueron dos gemelos, pero con naturalezas diferentes, pues Pólux era inmortal, como hijo de Zeus, y Cástor mortal, como hijo de Tindáreo. 

Otras versiones del mito los hacen nacer con sus hermanas, Helena y Clitemnestra. Así, Pólux formaría pareja con Helena y Cástor con Clitemnestra. Los cuatro, a su vez, nacerían de dos huevos –lo que remite a la unión de su madre con Zeus-cisne.
  
Ambos gemelos crecieron y, como escribe Eratóstenes (Catasterismos 10), “aventajaron a todos en amor fraterno, pues no se pelearon ni por mandar ni por otro motivo, sino que lo hacían todo a la vez y juntos”. Un día, luchando contra sus primos Linceo e Idas en Esparta, Cástor recibió un ataque de Idas y murió, mientras Pólux fue herido por Linceo, al que mató. Zeus fulminó a Idas y arrebató al Olimpo a Pólux, quien no quiso ir sin su hermano y suplicó a Zeus que le concediese compartir la inmortalidad con Cástor. El Olímpico, entonces, accedió y permitió que ambos estuvieran en el mismo lugar pero en días alternos, o durante medio año, según Píndaro y Homero. Así, mientras Pólux estaba en el Olimpo, Cástor lo estaba en el Hades y viceversa.

No obstante, para recompensar el amor que se profesaban entre ellos, Zeus les dio el nombre de Gemelos y los insertó entre los astros en un mismo lugar.

Eratóstenes nos describe la posición de las estrellas en Géminis de la siguiente manera:
“El que se halla sobre el Cangrejo tiene sobre la cabeza <una brillante; en cada hombro, una brillante; en el codo derecho, una; en la mano derecha, una>; en cada rodilla, una; <en cada pie: en total, nueve>. El que está a su lado tiene, sobre la cabeza, una brillante; en el hombro izquierdo, una brillante; en cada tetilla, una; en el codo izquierdo, una; en la punta de la mano, una; en la rodilla izquierda, una; en cada pie, una; bajo el pie izquierdo, una que recibe el nombre de Antepié: <en total, diez>” (traducción de José B. Torres Guerra).

Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásica de la UCO

domingo, 22 de mayo de 2016

Las carocas del Corpus


"¿Recordáis? En Granada todo ocurre en el Corpus", decía Luis Rosales en La casa encendida. Y no le faltaba razón, pues en nuestra ciudad pasan muchas cosas durante su festividad principal.

El Corpus Christi se celebra en Granada desde la llegada de los Reyes Católicos, cuando el culto a la Eucaristía cobró especial importancia como manera de asentar la cristiandad tras la Conquista. Los distintos ornatos y arquitecturas efímeras que decoraban las calles de la ciudad servían como instrumento didáctico a la vez que intentaban recobrar los lazos cristianos tras siete siglos de presencia del Islam, estableciéndose así desde un principio como la fiesta de los granadinos.

La celebración del Corpus quedó fuertemente arraigada en las costumbres de los locales desde su implantación, llegando a alcanzar su máximo esplendor durante el Barroco. Pero, como suele ocurrir, con el paso de los siglos fueron surgiendo prácticas asociadas a la celebración que poco tenían que ver con su sentido religioso. Lo comprobamos cada mes de junio en nuestras calles: tarascas, gigantes, cabezudos, diablillos... y carocas.

Y es que una de esas cosas que “ocurren" en Granada durante el Corpus son las famosas carocas. Todos nos hemos paseado alguna vez durante esos días por la Plaza Bib-Rambla y hemos reído con alguna de las quintillas expuestas. Los granadinos sabemos que las carocas que cuelgan en la plaza son un perfecto resumen (en clave satírica) de los principales acontecimientos que han tenido lugar en la ciudad en el último año.

Pero, ¿sabemos cuál es el origen de esta curiosa tradición?

Tenemos que remontarnos al siglo XVII, cuando decidió adornarse la Plaza Bib-Rambla con motivo de la festividad eucarística. En época barroca, este espacio funcionaba como Plaza Mayor de la ciudad, un auténtico escenario urbano en el que se desarrollaban todo tipo de fiestas y espectáculos públicos, a modo de teatro al aire libre. Durante los días del Corpus, la plaza se decoraba con altares, cornucopias, espejos y lienzos pintados, que se creen los antecesores directos de nuestras carocas. En su origen estos cuadros contenían retratos de personajes ilustres de la ciudad, pero con el transcurrir de los años la temática fue cambiando, y las efigies dieron paso a escenas religiosas, que eran acompañadas de octavas reales que explicaban el significado de los cuadros.

Esta asociación entre imagen y texto es posiblemente el germen de la tradición actual. El paso del tiempo daría lugar a la aparición de temas paganos e históricos, y finalmente, la sátira, que irrumpiría a mediados del siglo XIX. Durante la centuria siguiente se produciría la definitiva evolución de estas imágenes con el paso a la temática libre y a la fórmula de quintilla, estrofa compuesta por cinco versos de rima consonante.

Las actuales carocas son composiciones pícaras, a las que no les falta en ocasiones un toque de humor negro, que ilustran a modo de crónica la vida de la ciudad durante el último año. El Ayuntamiento organiza para la ocasión un concurso al que llegan a presentarse hasta 200 quintillas, de las cuales se seleccionan las 20 que se expondrán al público. De las finalistas, una es escogida como la mejor del año.

Las estrofas que hacen las delicias de los granadinos son de todo tipo. Algunas visionarias, como ésta de 1959:

"En tamañas proporciones
se está la vega achicando
con las nuevas construcciones
que acabaremos sembrando
las papas en los balcones."

Otras muy jocosas como la ganadora del concurso de 2011:

"Tras bajar Michelle Obama
del Sacromonte florido
dijo la dama:
¿Tan seco está mi marido
que aquí lo llaman mojama?"

Y tampoco faltan las más domésticas:

"Rabia mi parienta tanto
que no se calla ni un rato
y yo que soy quien la aguanto
sin Fray Leopoldo es beato
merezco que me hagan santo."


¡Feliz Corpus!

Liliana Campos Pallarés
Intérprete del Patrimonio

sábado, 7 de mayo de 2016

El mito del mes: mayo


La etimología del mes de Mayo para los latinos es diversa. De hecho es posible, según recoge Ovidio, hacer derivar el nombre de tres posibles raíces. La primera vendría de maiestas, y sería la divinidad (Majestad) que se sienta junto a Júpiter, custodia a Júpiter y le proporciona el cetro a este dios. También la segunda opción aparece relacionada en tanto que está al lado de y aporta consejo a otras personas. En este caso, se hace derivar de maiores y les fue dedicado este mes por Rómulo al ser grande el respeto que ellos tenían en la ciudad (el mes siguiente fue consagrado a los jóvenes, iuniores). No obstante, la tercera posibilidad es la más conocida, proveniente de la diosa Maia, madre de Mercurio (o Hermes). Cuando Evandro llegó desterrado a los campos de lo que sería Roma, enseñó a sus gentes, entre otras cosas, los ritos de este dios, el que concedió el honor de llamar al mes con el nombre de su madre.

Durante este mes son varias las fiestas que se celebran. Por su paralelo floral con nuestro mayo cordobés se encuentran las Floralia, que, en realidad, abarcarían dos meses (abril y mayo, en concreto del 28 de abril al 3 de mayo). Dedicada a Flora (“¡Madre de las flores, ven, que has de ser festejada con juegos y regocijos!”), esta diosa sufrió una suerte similar a Perséfone (o Proserpina), ya que fue raptada por Céfiro, quien la convirtió en su esposa. Sin embargo, ella goza “de una primavera eterna” que expande no sólo por los campos silvestres, sino por los de labranza.

Sus fiestas, conocidas por las licencias que en ellas se permiten como por los vestidos de muchos colores en su honor, se instituyeron como propiciación por el honor no dado a esta diosa. Después de un largo tiempo en el que Flora descuidó su deber por el vacío que le hicieron los padres romanos, éstos establecieron una fiesta anual con juegos para apaciguar la vanidad de la diosa y que ésta devolviera la exuberancia, el colorido y la fructificación a la tierra. La razón de que su fiesta sea tan colorida la ofrece la misma diosa al poeta Ovidio:

“Bien porque los campos relucen con flores purpúreas, ha parecido que las luces constituyen un buen ornato para los días a mí dedicados; bien porque ni la flor ni las llamas tienen colores apagados y ambos brillos atraen las miradas; bien porque a nuestros regocijos conviene el libertinaje nocturno” (Ovidio, Fastos V. 362-369)

En lo que a Grecia se refiere, el calendario ático conoce Mayo como el mes Targelion (mitad de mayo-mitad de junio), mes consagrado a Apolo que nació el día 7 del mismo (su hermana Ártemis nació un día antes para ayudar a su madre en el parto del hermano). En él se celebraban las Thargelia o fiestas de los primeros frutos de verano, ya que el thargelos es el pan elaborado con los primeros granos segados y llevados a las casas. 

Las Thargelia eran unas fiestas de purificación de la ciudad que se comenzaban a celebrar el 6 de este mes. Consistían en la expulsión del “phármakos” o víctima humana que cargaba con todas las “manchas” de la ciudad. Había dos víctimas, uno para los hombres y otro para las mujeres. Ambos eran alimentados a expensas de la ciudad. Antes de su expulsión eran azotados por siete veces con ramas de higueras silvestres y se les proveía de queso y un pastel de higos, a la par que a su cuello se les ataba un higo blanco y otro negro. A continuación, eran expulsados de la ciudad y con ellos, cualquier espíritu maligno que pudiera hacer daño a la ciudad, a sus miembros o a sus posesiones. Al día siguiente, tras la purificación de la ciudad, se celebraba la llegada de Apolo Pitio. En el segundo día de la fiesta, el 7 de Thargelion, se comían los thargeloi.

Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásica de la UCO

domingo, 1 de mayo de 2016

Érase una vez... Las Cruces de Granada


El Día de la Cruz, cuyo origen repasamos en otro post hace unos días, es sin duda una de las festividades que con mayor entusiasmo se celebran en Granada. En las líneas que siguen recogemos unas cuantas anécdotas históricas –comentadas por el historiador y antropólogo José Ángel González Alcantud en una de sus conferencias- que reflejan el significado que el evento tiene para los granadinos:


En nuestra ciudad, durante las décadas posteriores a la llegada de los cristianos, la celebración de dicho día se hacía con auténtica devoción religiosa, íntimamente ligada al hecho de que aquellas tierras habían sido habitadas por musulmanes durante mucho tiempo. Sin embargo, hace siglos que la Cruz de Mayo perdió el fervor místico inicial y pasó a convertirse en una celebración de tipo folklórico y popular.

Valga como ejemplo el edicto del arzobispo Antonio Jorge y Galbán, que ya en 1779 condenaba este tipo de festejos y prohibía expresamente «todos los desórdenes en las fiestas de campo, como la de la Cruz de mayo y otras». Un siglo más tarde, algunos escritores costumbristas locales describían un día de la Cruz en la ciudad de la Alhambra, poniendo énfasis en exaltaciones que poco tenían que ver con lo religioso: «empujados por la nocturnidad, la primavera y el vino, los noviazgos y los amantes se hacen al pie de las cruces», afirmaba Afán de Ribera.


Con el paso de las décadas, la fiesta fue adquiriendo más y más protagonismo, algo que puede comprobarse fácilmente repasando las noticias de prensa de la época. Especialmente simpática resulta la que, en diario la Alhambra de 1864, rezaba así: «La Santa Cruz: a las horas que escribimos estas líneas no tenemos noticias de que haya habido en la velada ninguna desgracia, cosa notable y de que nos alegramos».


Cabe también destacar los históricos piques entre patios por la decoración de las cruces y los distintos premios. Estas tensiones no sólo se producían entre las comunidades de vecinos, sino que llegaban a darse incluso a nivel de barrios. Contaba González Alcantud que en los años treinta del pasado siglo existía una fuerte rivalidad entre los habitantes del Albayzín y los de la calle Real de Cartuja, que incluso trascendía el día de la Cruz de Mayo. Dentro del propio Albayzín, los vecinos de Plaza Larga estaban enfrentados con el resto del barrio, al considerar éste que el primer premio que la cruz de la plaza ganaba año tras año era totalmente inmerecido.


Es sabido que la fiesta de la Cruz en Granada ocupa tan sólo la tarde-noche del 3 de mayo, pues la mañana es laborable. También a modo de anécdota, contaremos que en los años 60 del siglo XX se produjeron varias tentativas por alargar la celebración varios días, y todas ellas fracasaron. Parece que la reforma no se llevó a cabo principalmente por tres factores: las condiciones climáticas que suele tener Granada en la fecha (todos hemos sufrido la inestabilidad meteorológica y hemos oído aquello de “¡No podía faltar la lluvia en el día de la Cruz!”); la proximidad de la fiesta del Corpus, de la que la Cruz de Mayo es una especie de preludio; y el hecho de que los preparativos de los días previos al 3 de mayo faciliten ya la sociabilidad y el encuentro entre vecinos.


Como podéis comprobar, esta festividad, cargada de historias y anécdotas, forma parte esencial de la idiosincrasia de todos los granadinos.


¡Feliz día de la Cruz a todos!

Liliana Campos Pallarés
Intérprete del Patrimonio