domingo, 29 de mayo de 2016

El signo del mes: Géminis

Conocida también como Gemelos, tras esta constelación se esconde, probablemente, la historia más emotiva entre dos hermanos míticos, Cástor y Pólux, los llamados Dioscuros.

Leda estaba casada con Tindáreo de Esparta, pero su belleza encandiló a Zeus. Para unirse a ella, se transformó en cisne y, en esa forma, tuvo relaciones con Leda, quien, esa misma noche, también las tuvo con su marido. El fruto de esas uniones fueron dos gemelos, pero con naturalezas diferentes, pues Pólux era inmortal, como hijo de Zeus, y Cástor mortal, como hijo de Tindáreo. 

Otras versiones del mito los hacen nacer con sus hermanas, Helena y Clitemnestra. Así, Pólux formaría pareja con Helena y Cástor con Clitemnestra. Los cuatro, a su vez, nacerían de dos huevos –lo que remite a la unión de su madre con Zeus-cisne.
  
Ambos gemelos crecieron y, como escribe Eratóstenes (Catasterismos 10), “aventajaron a todos en amor fraterno, pues no se pelearon ni por mandar ni por otro motivo, sino que lo hacían todo a la vez y juntos”. Un día, luchando contra sus primos Linceo e Idas en Esparta, Cástor recibió un ataque de Idas y murió, mientras Pólux fue herido por Linceo, al que mató. Zeus fulminó a Idas y arrebató al Olimpo a Pólux, quien no quiso ir sin su hermano y suplicó a Zeus que le concediese compartir la inmortalidad con Cástor. El Olímpico, entonces, accedió y permitió que ambos estuvieran en el mismo lugar pero en días alternos, o durante medio año, según Píndaro y Homero. Así, mientras Pólux estaba en el Olimpo, Cástor lo estaba en el Hades y viceversa.

No obstante, para recompensar el amor que se profesaban entre ellos, Zeus les dio el nombre de Gemelos y los insertó entre los astros en un mismo lugar.

Eratóstenes nos describe la posición de las estrellas en Géminis de la siguiente manera:
“El que se halla sobre el Cangrejo tiene sobre la cabeza <una brillante; en cada hombro, una brillante; en el codo derecho, una; en la mano derecha, una>; en cada rodilla, una; <en cada pie: en total, nueve>. El que está a su lado tiene, sobre la cabeza, una brillante; en el hombro izquierdo, una brillante; en cada tetilla, una; en el codo izquierdo, una; en la punta de la mano, una; en la rodilla izquierda, una; en cada pie, una; bajo el pie izquierdo, una que recibe el nombre de Antepié: <en total, diez>” (traducción de José B. Torres Guerra).

Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásica de la UCO

domingo, 22 de mayo de 2016

Las carocas del Corpus


"¿Recordáis? En Granada todo ocurre en el Corpus", decía Luis Rosales en La casa encendida. Y no le faltaba razón, pues en nuestra ciudad pasan muchas cosas durante su festividad principal.

El Corpus Christi se celebra en Granada desde la llegada de los Reyes Católicos, cuando el culto a la Eucaristía cobró especial importancia como manera de asentar la cristiandad tras la Conquista. Los distintos ornatos y arquitecturas efímeras que decoraban las calles de la ciudad servían como instrumento didáctico a la vez que intentaban recobrar los lazos cristianos tras siete siglos de presencia del Islam, estableciéndose así desde un principio como la fiesta de los granadinos.

La celebración del Corpus quedó fuertemente arraigada en las costumbres de los locales desde su implantación, llegando a alcanzar su máximo esplendor durante el Barroco. Pero, como suele ocurrir, con el paso de los siglos fueron surgiendo prácticas asociadas a la celebración que poco tenían que ver con su sentido religioso. Lo comprobamos cada mes de junio en nuestras calles: tarascas, gigantes, cabezudos, diablillos... y carocas.

Y es que una de esas cosas que “ocurren" en Granada durante el Corpus son las famosas carocas. Todos nos hemos paseado alguna vez durante esos días por la Plaza Bib-Rambla y hemos reído con alguna de las quintillas expuestas. Los granadinos sabemos que las carocas que cuelgan en la plaza son un perfecto resumen (en clave satírica) de los principales acontecimientos que han tenido lugar en la ciudad en el último año.

Pero, ¿sabemos cuál es el origen de esta curiosa tradición?

Tenemos que remontarnos al siglo XVII, cuando decidió adornarse la Plaza Bib-Rambla con motivo de la festividad eucarística. En época barroca, este espacio funcionaba como Plaza Mayor de la ciudad, un auténtico escenario urbano en el que se desarrollaban todo tipo de fiestas y espectáculos públicos, a modo de teatro al aire libre. Durante los días del Corpus, la plaza se decoraba con altares, cornucopias, espejos y lienzos pintados, que se creen los antecesores directos de nuestras carocas. En su origen estos cuadros contenían retratos de personajes ilustres de la ciudad, pero con el transcurrir de los años la temática fue cambiando, y las efigies dieron paso a escenas religiosas, que eran acompañadas de octavas reales que explicaban el significado de los cuadros.

Esta asociación entre imagen y texto es posiblemente el germen de la tradición actual. El paso del tiempo daría lugar a la aparición de temas paganos e históricos, y finalmente, la sátira, que irrumpiría a mediados del siglo XIX. Durante la centuria siguiente se produciría la definitiva evolución de estas imágenes con el paso a la temática libre y a la fórmula de quintilla, estrofa compuesta por cinco versos de rima consonante.

Las actuales carocas son composiciones pícaras, a las que no les falta en ocasiones un toque de humor negro, que ilustran a modo de crónica la vida de la ciudad durante el último año. El Ayuntamiento organiza para la ocasión un concurso al que llegan a presentarse hasta 200 quintillas, de las cuales se seleccionan las 20 que se expondrán al público. De las finalistas, una es escogida como la mejor del año.

Las estrofas que hacen las delicias de los granadinos son de todo tipo. Algunas visionarias, como ésta de 1959:

"En tamañas proporciones
se está la vega achicando
con las nuevas construcciones
que acabaremos sembrando
las papas en los balcones."

Otras muy jocosas como la ganadora del concurso de 2011:

"Tras bajar Michelle Obama
del Sacromonte florido
dijo la dama:
¿Tan seco está mi marido
que aquí lo llaman mojama?"

Y tampoco faltan las más domésticas:

"Rabia mi parienta tanto
que no se calla ni un rato
y yo que soy quien la aguanto
sin Fray Leopoldo es beato
merezco que me hagan santo."


¡Feliz Corpus!

Liliana Campos Pallarés
Intérprete del Patrimonio

sábado, 7 de mayo de 2016

El mito del mes: mayo


La etimología del mes de Mayo para los latinos es diversa. De hecho es posible, según recoge Ovidio, hacer derivar el nombre de tres posibles raíces. La primera vendría de maiestas, y sería la divinidad (Majestad) que se sienta junto a Júpiter, custodia a Júpiter y le proporciona el cetro a este dios. También la segunda opción aparece relacionada en tanto que está al lado de y aporta consejo a otras personas. En este caso, se hace derivar de maiores y les fue dedicado este mes por Rómulo al ser grande el respeto que ellos tenían en la ciudad (el mes siguiente fue consagrado a los jóvenes, iuniores). No obstante, la tercera posibilidad es la más conocida, proveniente de la diosa Maia, madre de Mercurio (o Hermes). Cuando Evandro llegó desterrado a los campos de lo que sería Roma, enseñó a sus gentes, entre otras cosas, los ritos de este dios, el que concedió el honor de llamar al mes con el nombre de su madre.

Durante este mes son varias las fiestas que se celebran. Por su paralelo floral con nuestro mayo cordobés se encuentran las Floralia, que, en realidad, abarcarían dos meses (abril y mayo, en concreto del 28 de abril al 3 de mayo). Dedicada a Flora (“¡Madre de las flores, ven, que has de ser festejada con juegos y regocijos!”), esta diosa sufrió una suerte similar a Perséfone (o Proserpina), ya que fue raptada por Céfiro, quien la convirtió en su esposa. Sin embargo, ella goza “de una primavera eterna” que expande no sólo por los campos silvestres, sino por los de labranza.

Sus fiestas, conocidas por las licencias que en ellas se permiten como por los vestidos de muchos colores en su honor, se instituyeron como propiciación por el honor no dado a esta diosa. Después de un largo tiempo en el que Flora descuidó su deber por el vacío que le hicieron los padres romanos, éstos establecieron una fiesta anual con juegos para apaciguar la vanidad de la diosa y que ésta devolviera la exuberancia, el colorido y la fructificación a la tierra. La razón de que su fiesta sea tan colorida la ofrece la misma diosa al poeta Ovidio:

“Bien porque los campos relucen con flores purpúreas, ha parecido que las luces constituyen un buen ornato para los días a mí dedicados; bien porque ni la flor ni las llamas tienen colores apagados y ambos brillos atraen las miradas; bien porque a nuestros regocijos conviene el libertinaje nocturno” (Ovidio, Fastos V. 362-369)

En lo que a Grecia se refiere, el calendario ático conoce Mayo como el mes Targelion (mitad de mayo-mitad de junio), mes consagrado a Apolo que nació el día 7 del mismo (su hermana Ártemis nació un día antes para ayudar a su madre en el parto del hermano). En él se celebraban las Thargelia o fiestas de los primeros frutos de verano, ya que el thargelos es el pan elaborado con los primeros granos segados y llevados a las casas. 

Las Thargelia eran unas fiestas de purificación de la ciudad que se comenzaban a celebrar el 6 de este mes. Consistían en la expulsión del “phármakos” o víctima humana que cargaba con todas las “manchas” de la ciudad. Había dos víctimas, uno para los hombres y otro para las mujeres. Ambos eran alimentados a expensas de la ciudad. Antes de su expulsión eran azotados por siete veces con ramas de higueras silvestres y se les proveía de queso y un pastel de higos, a la par que a su cuello se les ataba un higo blanco y otro negro. A continuación, eran expulsados de la ciudad y con ellos, cualquier espíritu maligno que pudiera hacer daño a la ciudad, a sus miembros o a sus posesiones. Al día siguiente, tras la purificación de la ciudad, se celebraba la llegada de Apolo Pitio. En el segundo día de la fiesta, el 7 de Thargelion, se comían los thargeloi.

Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásica de la UCO

domingo, 1 de mayo de 2016

Érase una vez... Las Cruces de Granada


El Día de la Cruz, cuyo origen repasamos en otro post hace unos días, es sin duda una de las festividades que con mayor entusiasmo se celebran en Granada. En las líneas que siguen recogemos unas cuantas anécdotas históricas –comentadas por el historiador y antropólogo José Ángel González Alcantud en una de sus conferencias- que reflejan el significado que el evento tiene para los granadinos:


En nuestra ciudad, durante las décadas posteriores a la llegada de los cristianos, la celebración de dicho día se hacía con auténtica devoción religiosa, íntimamente ligada al hecho de que aquellas tierras habían sido habitadas por musulmanes durante mucho tiempo. Sin embargo, hace siglos que la Cruz de Mayo perdió el fervor místico inicial y pasó a convertirse en una celebración de tipo folklórico y popular.

Valga como ejemplo el edicto del arzobispo Antonio Jorge y Galbán, que ya en 1779 condenaba este tipo de festejos y prohibía expresamente «todos los desórdenes en las fiestas de campo, como la de la Cruz de mayo y otras». Un siglo más tarde, algunos escritores costumbristas locales describían un día de la Cruz en la ciudad de la Alhambra, poniendo énfasis en exaltaciones que poco tenían que ver con lo religioso: «empujados por la nocturnidad, la primavera y el vino, los noviazgos y los amantes se hacen al pie de las cruces», afirmaba Afán de Ribera.


Con el paso de las décadas, la fiesta fue adquiriendo más y más protagonismo, algo que puede comprobarse fácilmente repasando las noticias de prensa de la época. Especialmente simpática resulta la que, en diario la Alhambra de 1864, rezaba así: «La Santa Cruz: a las horas que escribimos estas líneas no tenemos noticias de que haya habido en la velada ninguna desgracia, cosa notable y de que nos alegramos».


Cabe también destacar los históricos piques entre patios por la decoración de las cruces y los distintos premios. Estas tensiones no sólo se producían entre las comunidades de vecinos, sino que llegaban a darse incluso a nivel de barrios. Contaba González Alcantud que en los años treinta del pasado siglo existía una fuerte rivalidad entre los habitantes del Albayzín y los de la calle Real de Cartuja, que incluso trascendía el día de la Cruz de Mayo. Dentro del propio Albayzín, los vecinos de Plaza Larga estaban enfrentados con el resto del barrio, al considerar éste que el primer premio que la cruz de la plaza ganaba año tras año era totalmente inmerecido.


Es sabido que la fiesta de la Cruz en Granada ocupa tan sólo la tarde-noche del 3 de mayo, pues la mañana es laborable. También a modo de anécdota, contaremos que en los años 60 del siglo XX se produjeron varias tentativas por alargar la celebración varios días, y todas ellas fracasaron. Parece que la reforma no se llevó a cabo principalmente por tres factores: las condiciones climáticas que suele tener Granada en la fecha (todos hemos sufrido la inestabilidad meteorológica y hemos oído aquello de “¡No podía faltar la lluvia en el día de la Cruz!”); la proximidad de la fiesta del Corpus, de la que la Cruz de Mayo es una especie de preludio; y el hecho de que los preparativos de los días previos al 3 de mayo faciliten ya la sociabilidad y el encuentro entre vecinos.


Como podéis comprobar, esta festividad, cargada de historias y anécdotas, forma parte esencial de la idiosincrasia de todos los granadinos.


¡Feliz día de la Cruz a todos!

Liliana Campos Pallarés
Intérprete del Patrimonio