viernes, 15 de mayo de 2015

Vive la magia de nuestra historia...



Ya podéis disfrutar de nuestra ruta nocturna Leyendas de Granada, hermana de la famosa Leyendas de Córdoba, pionera en aquella ciudad en este tipo de tours.

A través del paseo guiado Leyendas de Granada descubrirás los barrios con más encanto de la ciudad de una forma diferente gracias a cuentos andalusíes, curiosidades históricas, secretos de sus más perdidos rincones y relatos de casas encantadas.

¿Cuáles? Contártelo le quitaría todo el encanto. Coge nuestra mano déjate llevar: vive la magia de nuestra historia...

Proxima edición: sábado 1 de abril.
Hora: 2o:00 hrs. (Duración: 2 hrs.)
Precio: 15€/persona (niños de 10 a 14 años, 8 €).
Información y reservas:  652374417
(Todo el paseo transcurre por exteriores).

jueves, 23 de abril de 2015

El mito del mes: Tauro


Bajo el signo de Tauro se esconden dos explicaciones míticas relacionadas con dos mujeres a las que Zeus amó: Europa e Ío.
 
De acuerdo a una de ellas, este animal fue colocado entre las estrellas por haber sido el “transporte” de la princesa Europa desde su Sidón natal –en otras versiones es Tiro- hasta la isla de Creta. Europa, hija de Agenor y Telefasa, jugaba con sus compañeras en las playas de Sidón. Cuando Zeus, al verla, se enamoró de ella y decidió llevársela con él, para lo que se transformó en un hermoso toro blanco. Se acercó y se posó al lado de la joven quien, asustada al principio, acabó acariciando al animal, asombrada por su mansedumbre. Confiada como se encontraba, se sentó sobre los lomos del animal, que aprovechó la ocasión para arrojarse con ella al mar y conducirla hasta Creta, donde reveló su verdadera persona –Zeus- y se unió a la joven. Por el servicio prestado el olímpico catasterizó al animal en una estrella brillantísima.

Otra versión que explicaría la razón de la conversión en estrella del toro se relaciona con Ío, doncella argiva también amada por Zeus y sacerdotisa de Hera. En este caso, no sería un toro, sino una ternera o vaca, ya que esta joven fue metamorfoseada en tal animal para escapar de la ira de Hera. Enamorado el dios de la muchacha por su belleza, le ordenó a través de un sueño unirse a él. Ío consultó la interpretación de ese sueño con los oráculos de Delfos y Dodona, los cuales le aseguraron que si esa unión no se efectuaba, la casa y la estirpe paternas serían fulminadas. Ante tal advertencia la joven se unió con el olímpico, lo que le arrastró ser objeto de los celos y la ira de Hera, esposa de Zeus. Para mitigar las consecuencias de su aventura, Zeus transformó a Ío en una ternera, a la que Hera fustigó haciendo que un tábano la persiguiera sin descanso, hasta que la joven llegó a Egipto, donde recuperó su forma humana y recibió honores divinos. De esta manera, la vaca, imagen de Ío y en atención a ella, fue convertida en estrella.


            Según Higinio, Astronomía 2.20, la posición de las estrellas en Tauro es la siguiente:

 “Tiene una estrella en cada cuerno, pero la que más brilla es la del izquierdo; una en cada uno de los ojos; otra en medio de la frente y otra en el punto donde nacen los cuernos. Estas siete estrellas se llaman Híades, aunque algunos niegan la existencia de las dos últimas, a las que nos acabamos de referir, de modo que hacen un total de cinco. Además, tiene una estrella en la rodilla delantera izquierda; una sobre la pezuña; otra en la rodilla derecha; tres en el lomo, de las cuales la última es la más brillante, y una en el pecho, En total, además de las Pléyades, dieciocho.” (traducción de Guadalupe Morcillo Expósito).

Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásica

domingo, 19 de abril de 2015

Leyendas de la Alpujarra (I): El jardín de la princesa Cobayda


Existe una laguna en las alturas de Sierra Nevada, la de Lacares, a la que los pastores no se acercan porque se dice encantada. Cuenta la leyenda que, siglos ha, en época musulmana, se erigía un lujoso palacio con su hermoso jardín en el lugar en el que hoy encontramos el paraje natural. Tan insólita ubicación se debía a la voluntad del Rey nazarí de esconder a su hija Cobayda; un grupo de sabios habían predicho, en el momento de su nacimiento, que la joven moriría al conocer el amor por primera vez, por lo que su padre, en un desesperado intento por sortear el trágico destino, había querido alejarla de cualquier posible tentación. La niña vivía con la princesa la discreta Kadiga –la misma de los Cuentos de la Alhambra- que, junto con otras esclavas, se encargaba de velar por su seguridad.

Con el paso de los años, creció hasta convertirse en una hermosa mujer. No conocía más mundo que el de aquellas paredes y aquella espesa arboleda que ocultaba la residencia, ni había tratado con más personas que el grupo de mujeres que con ella habitaban. El Rey, que había construido un pasaje subterráneo secreto, acudía al lugar de vez en cuando y se pasaba las horas contemplando a Cobayda a escondidas.

Paseaba un día la princesa por los interminables jardines del palacio, cuando avistó a un apuesto e imponente caballero, que andaba perdido por los senderos de la montaña y no encontraba el camino de vuelta a la ciudad. Ella, que no había visto una figura masculina hasta ese momento, sintió que algo se removía en su interior; un sentimiento correspondido por el joven, que en seguida quedó prendado de la belleza de la princesa. Desde ese día, y ayudados por la despreocupación de Kadiga y sus esclavas, los dos enamorados se encontraban secretamente cada noche en las frondosas alamedas del jardín.

El repentino cambio de humor de Cobayda, que había sido una chiquilla de carácter melancólico toda su vida, despertó las sospechas de Kadiga, que se vieron confirmadas cuando descubrió a la pareja en una de sus clandestinas reuniones. El Rey, al enterarse de lo que pasaba, montó en cólera y acudió al palacio para comprobar por sí mismo que la historia era cierta. Cuando sorprendió al caballero susurrando palabras de amor al oído de su hija, ciego de ira se abalanzó sobre los amantes desenvainando su espada. La cabeza del joven rodó por el suelo, y se cuenta que hoy en día puede reconocerse en una de las piedras negruzcas que rodean la laguna. La princesa, aterrorizada por la sangrienta escena, quedó convertida en hielo, y tal fue su amargura que sus lágrimas inundaron la zona formando la actual laguna y dejando sumergidos el palacio y sus jardines. El Rey, por su parte, al darse cuenta de lo que había hecho, intentó huir pero no pudo... se había transformado en una enorme roca junto al agua que aún puede apreciarse en el paraje. Cuentan los pocos que han osado visitar el lugar que, en las noches de fuerte tormenta, pueden oírse los gemidos del Rey, que aún se lamenta de dolor...

Liliana Campos Pallarés
Intérprete del Patrimonio

Imagen: www.nevasport.com