domingo, 21 de agosto de 2016

El mito del mes: Agosto



El mes de Agosto pertenece al grupo de meses que, según la tradición, en el calendario establecido por Rómulo, fundador y primer rey de Roma, recibieron un nombre relacionado con un número. Así, Agosto se llamaba Sextilis, es decir, “el sexto”. El año entonces comenzaba en Marzo y hasta Junio tenía un nombre relacionado con una divinidad. A partir de Julio y hasta Diciembre tenía (y conserva en parte) un nombre asociado a su orden en el calendario. Para compensar ciertos desbarajustes temporales, se añadieron meses, llegando a ser doce como en nuestros días.

Sin embargo, tanto Julio como Agosto cambiaron sus nombres por otros más ilustres, en honor a dos figuras decisivas e importantes en la historia de la República Romana. Irónicamente, estas figuras estaban emparentadas entre ellas, ya que Julio César (mes de Julio) fue el padre adoptivo de Octavio Augusto (mes de Agosto).

Agosto recibe su nombre de Octavio, hijo adoptivo de Julio César. Y no tanto porque este llegó a ser emperador, sino por su entrada triunfal en Alejandría en 30 a.C. (más exactamente, el 29 de agosto de 724 [año romano]) tras su victoria sobre Cleopatra y Marco Antonio en Accio en 31 a.C. (el 2 de septiembre de 725). Así, por estatuto público, le fue añadido el sobrenombre de Augusto y de ahí este mes toma su denominación.

En el calendario romano se celebraba la festividad dedicada a Vulcano (Vulcanales o Vulcanalia). Ésta tenía lugar a finales de agosto, el 23, y la finalidad era propiciar al dios del fuego para que no hubiera incendios y así proteger las cosechas. En esta festividad se celebraban unos juegos en el circo Flaminio, donde el dios tenía un templo. En éstos se realizaba un sacrificio de peces que la gente que asistía a ellos los echaba al fuego. Parece ser que el día de esta festividad se comenzaba a trabajar a la luz de las lámparas, como buen presagio, por aquello de que Vulcano era el dios del fuego. Así lo recoge Plinio el Joven cuando está describiendo los hábitos de su tío:

A partir de las fiestas de Vulcano empezaba a trabajar a la luz de las lámparas a media noche, no para conseguir un comienzo del día favorable, sino para tener más tiempo de estudio (Espístolas 3.5, traducción Julián González Fernández)

Pero es, sin duda, en el calendario griego donde está la festividad más conocida y más celebrada a lo largo de la historia: los Juegos Olímpicos. Hay quien los remonta a los juegos funerarios celebrados en honor de Patroclo (Homero, Ilíada 23), otros que fue el mismo Zeus tras la victoria sobre los titanes como símbolo de la victoria de la cultura sobre la fuerza bruta, pero parece más consensuado que fueron fundados por Heracles en honor a su padre Zeus. Estos se celebraban cada 4 años (algo que se sigue manteniendo en la actualidad).

Uno de los trabajos que Heracles realizó fue limpiar los establos de Augias, quien le prometió una décima parte de su ganado si lo hacía en un solo día. Heracles logró limpiarlos en el tiempo convenido al desviar el curso del río Alfeo. Sin embargo, Augias no cumplió su parte del trato alegando que quien tenía que pagarle era Euristeo, quien le había ordenado el trabajo. Heracles reclamó a Euristeo, pero éste tampoco le pagó excusando que era su trabajo (Heracles estaba sirviendo como castigo a las órdenes de Euristeo). Así pues, Heracles deja por el momento su venganza contra Augias.

Es tiempo después cuando Heracles toma la ciudad de Elis y vence a Augias y a sus hijos. En su camino de regreso, delimita un recinto sagrado, el “Altis”, e instaura unos Juegos Olímpicos en honor a Zeus Patrio. La Olímpica 10 de Píndaro narra todos los detalles previos a la fundación de los Juegos (la lucha contra Augias y sus hijos, la delimitación del recinto sagrado, la dedicación de los altares…). Sin embargo, es Diodoro Sículo quien nos ofrece cuál sería el primer premio de esos Juegos:

Y decidió que el premio de esta competición sería sólo una corona, porque él mismo había actuado como benefactor del género humano sin recibir ningún salario (Diodoro Sículo, Biblioteca histórica 4.14, traducción de Juan José Torres Esbarranch).
Dámaris Romero
Profesora de Filología Clásica de la UCO

lunes, 1 de agosto de 2016

El signo del mes: Leo


Poco lugar a la imaginación deja este signo zodiacal: leo es la palabra latina para “león” y el león más conocido de la mitología griega es el de Nemea, matado por Heracles (Hércules).

Heracles, para purificarse por haber matado a sus hijos y a sus sobrinos en un ataque de locura enviado por Hera, debe realizar doce trabajos. El primero es la muerte del león de Nemea, animal que tenía atemorizados a los habitantes de allí.

La facilidad del trabajo es solo aparente, pues el león tenía una piel tan gruesa que lo hacía invulnerable al ataque de cualquier tipo de armas (lanzas, flechas…). Para poder vencerlo después de múltiples ataques fallidos, Heracles lo asfixia con sus brazos y, aconsejado por Atenea, corta la piel del león con las garras de éste.
A diferencia de otros signos, el león de Nemea no fue convertido en estrella por la ayuda prestada sino que, según Eratóstenes (Catasterismos, 12), “recibió honores de Zeus por ser el rey de los cuadrúpedos” o como conmemoración de esta primera hazaña de Heracles.
Como es usual, Eratóstenes nos describe la posición de las estrellas Leo así:

“Tiene tres estrellas en la cabeza, una en el pecho, dos bajo el pecho, una brillante en la pata derecha, una en medio del vientre, una bajo el vientre, una en la cadera, una en la rodilla trasera, una brillante en el extremo de la pata, dos en el cuello, tres en el lomo, una en medio de la cola, una brillante en su punta, <una en el vientre>. Diecinueve en total. Se ven también siete sin brillo encima de él, en triángulo y a la altura de la cola, llamadas Cabellera de Berenice Evergétide” (traducción de Manuel Sanz Morales).
Dámaris Romero 
Profesora de Filología Clásica de la UCO